Una moto que ya no vale
Son muchas las personas que al alcanzar la mayoría de edad se sacan el carnet de conducir. Estas personas se compraron una moto cuando cumplieron los dieciséis años, desde entonces han sido inseparables, iban a todos lados con su moto, la cuidaban como si estuviera viva y la mantenían siempre limpia y en perfectas condiciones. Cumplen los dieciocho y las cosas cambian, ya no son adolescentes, ya son hombres, la vida les cambia a saber porque, las inquietudes son otras y las necesidades también, ahora quieren un coche, dan la vida por un coche y lo tienen, acaban sacándose el carnet de conducir en un tiempo record y quieren un coche a toda costa, la moto ya pasa a un segundo plano.
Estas motos son las que tenemos la mayoría de las madre en los garajes acumulando telarañas y polvo, sirviendo de porta todo porque todo acaba encima de ella y estorbando más que otra cosa. Pero claro, no puedes hablar de venderla porque ofendes a los muchachos, su primera moto, como se te ocurre decir que la venda… La moto pasa en el garaje los siguientes cinco años, el chico que compró la moto ya no se acuerda ni del color de esta y una tarde de buenas sale a colación la venta de la moto. Por fin acepta, así que sin dejar tiempo para que se lo piense llamas al lugar adecuado para que vengan a por ella. No te sorprende saber que la moto ya solo se puede vender como despiece scooter porque lleva ya muchos años sin moverse. No es importante lo que te den por ella, lo importante es sacarla de cas cuanto antes, porque ahora es la niña la que quiere poner en el garaje un pequeño gimnasio para mantenerse en forma, solo una cinta y una bicicleta había dicho, y lo que acaba siendo es un gimnasio en toda regla, con espejos y pesas y balones gigantes y todas esas cosas que hay por los gimnasios que apenas si sabes para lo que funcionan.
Si algo positivo ha salido de todo esto es que la moto ha desaparecido del garaje y que muchas tardes te bajas con la niña al garaje/gym ha hacer algunas clases de yoga y aerobic que le están sentando a tu cuerpo divinamente. No hay mal que por bien no venga.